-Buenas terdes.- Me dijo. ¿Ya eran "tardes"? ¿Cuánto tiempo llevaba aqui? Había llegado antes del amanecer. No respondí. Continuó: -¿No quieres hablar? -Sin respuesta.- Está bien. Nadie lo hace nunca, o al menos casi nunca. Es normal. -Se me quedó viendo fijamente esperando respuesta. Mis labios estaban sellados. Probablemente aunque hubiera querido hablar no hubiera podido.
Él se paró frente a la silla. Sus manos posadas sobre su cintura, viéndome fijamente. Si no hubiera sido él el que me realizara el Examen, probablemente me hubiera derretido en sus hermosos ojos, pero no. Él era el que me iba a condenar. ¿Cuántas personas habrían visto estos hermosos ojos antes que yo? Seguro miles, pero les era imposible regresar, estaban muertas.
Y luego lo más inesperado:
-¡Qué bonito cabello! ¿Qué shampoo usas?
-¡¿QUÉ?! -Al parecer sí podía hablar. No pude evitar que las palabras salieran de mi boca tan abruptamentre, de hecho, creo haber percibido un ligero salto hacia atrás. ¡Ja! ¿Logré asustar al endemoniado angel?
-¡Ah! Entonces si hablas... -El tono sarcástico de su voz me irritó un poco, pero me quedé callada.¡Qué hermosa sonrisa tenía! Encantadora. Continuó:
-Mmm... la verdad es que no me gusta que la gente se haga del rogar. Si vas a hablar, bien. Si no vas a decir nada, igual.
Su enojo me encantó. No pude evitar sonreir y por primera vez en este cuarto con él dije algo por iniciativa propia_
-¡Ah! Entonces no tienes tan buen humor como aparentas...
Tuve que hacer un esfuerzo monumental por no reirme porque su cara delató que era la última respuesta que esperaba. Punto para mí. Después sonreí y su perpleja mirada se relajó. También sonrió.
-En fin, -continué - ¿Me vas a hacer el Examen o no? La verdad es que, si me van a matar, que sea lo más rápido posible. A demás, sus múltiples interrogatorios ya me aburrieron y estoy algo harta.
De nuevo su mirada se tornó algo perpleja. Esta vez a su perplejidad se le unió la seria línea que formaron sus labios. Unos segundo después me habló:
-Hablas de la muerte como si fuera cualquier cosa, algo sin importancia.
-¿Y eso te sorprende? Ustedes castigan a la gente ejecutándola como si la muerte fuera cualquier cosa. -Esta vez se notó en mi voz que estaba alterada.
-¿Nosotros?
-Sí, ¡ustedes!
-¿Yo?
¿Qué? ¿Eso a qué viene en esto?
-Sí, tú y el resto de los del gobierno.
-¿Ah, si?
-Sí.
Punto. Ya no había nada que discutir. Al menos yo ya no tenía nada que decir. Luego él dijo:
-Ah, ¿y si te digo que yo no trabajo en el gobierno?
-Ah, ¡entonces... -¿Qué dijo? ¿Que no trabaja en el gobierno? No, no dijo eso. Sí. Sí lo dijo. -¿Qué? ¿Sé supone que te creo? Vas a matarme pero no trabajas para el gobierno. ¡Claro! -Intenté controlar mi sorpresa y sonar sarcástica al mismo tiempo, y creo que sí lo logré o al menos él fingió que mi voz habló como yo esperaba porque contestó:
-No...-Lo dijo confundido y eso era un problema porque ahora yo era la que estaba confundida. Me confunde no saber qué es lo que lo confunde a él. Siguió.- No trabajo para el gobierno, ni te voy a matar, ni nada.
-¿No? -Ahora estaba más que confundida.
-No. Yo sólo estoy aquí estudiando tu caso.
¿Qué? ¿Qué pasaba? No tenía sentido todo eso. ¿Y el doctor? Había muchas cosas en mi mente ahora, pero como si fuera un milagro logré articular algunas sílabas:
-¿No vas a hacer el examen ni nada? - Eso fue más afirmación que pregunta pero necesitaba ordenar mis ideas.- ¿Qué haces aquí entonces?
-¿Cómo que qué hago? -Me miró como si me estuviera volviendo loca. -Estoy platicando contigo...
-¡Eso ya lo sé! Pero, la pregunta es ¿por qué?
-¿Cómo que por qué? Estaba aburrido, y tu tampoco te veías muy divertida que digamos, o ¿sí lo estabas?
Ah, entonces esa hermosa gárgola no era una gárgola después de todo. Sólo era alguien intentando pasar un rato. Alguien que no iba a dañarme. Alguien que probablemente estaba haciendo que mis últimas horas o incluso minutos de vida no fueran increiblemente tediosos. Alguien bien parecido (guapo), con buen sentido del humor, y aparentemente inteligente dado que lo que sea a lo que se fuera a dedicar en un futuro, sería complicado ya que estudiaba dentro de los lugares más secretos del gobierno. Era la única persona que había conocido hasta el momento, que no era parte del gobierno, que era completamente capaz de entrar y salir de este horrible infierno cuando gustara, y con vida. Sentido del humor + inteligencia + belleza = (casi) el hombre perfecto. Mínimo para mí.
Sí, mientras pensaba en todo esto me di cuenta que me encantaba. Aún así, mi orgullo no podía romperse esta vez sin mínimo dar una batalla. A fin de cuentas, al parecer mi corazón o mi mente, lo que sea, ya habían sido sometidos a sus encantos:
-La verdad es que no te necesitaba para entretenerme.
Sonrió.
-Ah, ¿no? -Otra vez su adorable tono de sarcasmo.
¿"Adorable"? ¿Qué me pasa? Yo no soy así... el amor es un mito urbano en esta sociedad deplorable.
-No.
-De acuerdo, entonces supongo que puedo buscar algo con qué quitarme el aburrimiento allá afuera...
Se dio la vuelta lentamente. ¡Qué ingenuo! Seguro estaba esperando a que yo le dijera algo. Comenzó a caminar con pasos lentos hacia la puerta.
Calla. No digas nada. Tu orgullo puede más que todo. No puedes perder así.
Cinco pasos para llegar a la puerta.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
Comenzó a empujar la puerta para deslizarla. Y yo, ya me estaba arrepintiendo. Adíos, am.... No. Adiós, espantoso futuro doctor. Nadie te quiere en esta habitación.
Vete antes de que me arrepienta más y te pida que te quedes.
Luego, súbitamente se volteó y dijo algo que podría considerarse casi un grito perplejo:
-¿Es en serio que quieres que me vaya?
Leave a comment